La atención al DCA

La atención al Daño Cerebral Adquirido se caracteriza por la falta de recursos, su descoordinación y por la escasez de homologación y regulación de los existentes.  Nuestro sistema sanitario garantiza una atención  homogénea en la fase aguda del DCA; en los momentos posteriores al accidente. Sin embargo, una vez que se salva la vida, la atención no es igual en los ámbitos de rehabilitación y tiende a la inexistencia en cuanto a promoción de la autonomía personal e inclusión social.

La atención al Daño Cerebral Adquirido se divide en tres fases referidas a la evolución del propio daño y a sus necesidades de rehabilitación. El periodo de rehabilitación no es igual en todas las personas con daño cerebral adquirido, tendiendo a ser más largo en los que han pasado por un TCE severo (12 – 18 meses) que en aquellas personas que han tenido un ictus (6 – 8 meses). Estos tiempos son estimaciones que pueden acortarse en unos casos y alargarse en otros, siempre dependiendo de la gravedad y del tipo de lesión. La evolución finaliza cuando se dejan de producir avances funcionales.

La evolución de un daño cerebral se puede dividir por fases:

  •  La fase aguda, primeros momentos tras el accidente. Generalmente la persona está hospitalizada en Unidades de Cuidados Intensivos, Unidades de Ictus, en la plantas de neurología o en neurocirugía. Esta primera fase es angustiosa para la familia, porque se halla en una situación incierta: existe riesgo vital y no se sabe si, una vez salvada la vida de nuestro familiar, qué secuelas aparecerán y en qué grado.
  •  La fase subaguda es la fase en la que la persona con daño cerebral adquirido ya se encuentra estabilizada y debe empezar a recibir rehabilitación. Una rehabilitación dirigida por un grupo de profesionales interdisciplinar, entre los que se incluyen especialistas de las áreas de trabajo social, fisioterapia, enfermería, medicina, terapia ocupacional, neuropsicología y logopedia en Unidades de Rehabilitación Hospitalaria, Unidades en Régimen de Hospital de Día y Unidades de Rehabilitación Ambulatoria; dependiendo de las necesidades de la persona con DCA y su familia.

El problema principal que se puede producir a estas alturas es la ruptura asistencial. Al salvar sus vidas y ser estabilizadas en la fase aguda, muchas personas son dadas de alta sin ser dirigidas a un centro de rehabilitación especializado en daño cerebral adquirido. En los casos más desafortunados  vuelven a su hogar sin tener posibilidad de acceder a la atención que necesitan, esto provoca que las secuelas del daño cerebral empeoren y aumente la dependencia de la persona con daño cerebral.

Es de vital importancia que los recursos correspondientes a estas dos fases se coordinen para poder derivar a las personas con daño cerebral adquirido al centro de atención más adecuado a su situación. Además, resulta esencial que las familias estén mejor informadas de sus derechos entre estas dos fases, y de las posibilidades que existen para su familiar; para que así puedan tener la mejor atención posible.

En la fase crónica, la persona con DCA ya no requiere cuidados médicos o de enfermería y su estado clínico puede ser abordado desde el ámbito domiciliario. La persona con DCA vive en su domicilio y son principalmente sus familiares los que se ven forzados a asumir los cuidados. Desde este momento, deben entrar en juego los recursos sociales que posibiliten los mayores niveles de autonomía, inclusión y ejercicio de los derecho de las personas con discapacidad por DCA:

  •  Recursos residenciales (residencias, pisos tutelados).
  •  Centro de Día/Noche.
  •  Alternativas de ocio normalizado.
  •  Apoyo para el empleo.
  •  Apoyo a las familias y sus organizaciones representativas.

 

 

 

Este texto está basado en el Modelo de Atención a las Personas con Daño Cerebral Adquirido (QUEMADA, J.I. et al. Modelo de atención a las personas con daño cerebral. Madrid: IMSERSO, 2007. p. 37 – 40.)