La inclusión es uno de los objetivos clave que trabajamos en nuestra entidad. Es por este motivo, que las habilidades sociales se convierten en fundamentales para los niños y niñas con Daño Cerebral Adquirido de nuestro Programa Infantil y Juvenil.

Así trabajamos las habilidades sociales en el Programa Infantil y Juvenil

El periodo de la infancia y la adolescencia es un momento privilegiado para el aprendizaje y práctica de las habilidades sociales. Estas capacidades intervienen en el desarrollo infantil y en el posterior funcionamiento psicológico, académico y social. Las habilidades sociales inciden en múltiples factores tales como la autoestima, la adopción de roles, la autorregulación del comportamiento, el rendimiento académico y la asimilación de las normas sociales, entre otros.

Una interacción eficaz con los otros permite a los menores responder de modo positivo ante situaciones de estrés. Así, determinadas competencias como hablar con iguales no conocidos, expresar emociones positivas, establecer conversaciones con pares y adultos, practicar habilidades sociales de elogio, comunicarse de manera asertiva, etc, pueden convertirse en factores protectores de la salud.

Podemos clasificar las habilidades sociales en tres tipos:

  • Cognitivas: como la resolución de conflictos, la autorregulación, etc.
  • Instrumentales: como el mantenimiento de conversaciones
  • Emocionales: expresión e identificación de diferentes emociones

Así trabajamos las habilidades cognitivas emocionales

En nuestro Programa Infantil y Juvenil trabajamos dichas habilidades sociales. Hoy nos vamos a centrar en las habilidades cognitivas emocionales y cómo son trabajadas por nuestras profesionales. Para ello se ha hecho un recorrido  por una amplia variedad de emociones: ternura, compasión, alivio, ira, nostalgia o frustración. Siempre mediante descripciones e imágenes que representan dichas emociones. Poco a poco se han contextualizado las emociones en el día a día de los niños y niñas con DCA con situaciones propias en las que han podido sentirse de esa forma. Así conocen el gran catálogo de emociones que manejamos y aprenden a identificar cómo se sienten ellos y los demás en situaciones diferentes.

También se trabaja con juegos que enseñan a expresar y reconocer las emociones de forma no verbal. Por ejemplo, el juego «mímica de emociones», donde los chicos y chicas deben expresar con su cuerpo y su rostro una emoción sin decir ninguna palabra. El resto de compañeros y compañeras deben adivinar de qué emoción se trata para ganar. Esto les enseña a discriminar las diferencias faciales y corporales existentes entre las emociones. De esta forma, puede expresarlas y reconocerlas mejor y les hace ver que, aunque no digamos nada, podemos estar expresando mucho.

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